sábado, 23 de septiembre de 2017

MUJER MAZATECA

La mujer a quien yo creo,
la mujer a quien yo amo,
la mujer a quien yo pienso,
la mujer a quien yo adoro,
la mujer a quien yo admiro,
la mujer a quien yo aprecio,
vive en esta tierra,
en una choza de adobe,
a la orilla de un río,
en medio de los cafetales.
Aún viste su atuendo original,
aún lucen sus largas cabelleras,
aún ostenta sus brillantes collares y aretes,
aún porta su rebozo de seda,
aún usa uñas naturales
y aún domina su idioma nativo.
Su corazón es noble
y sus palabras son estimulantes.
Me cuida,
me anima,
me levanta,
me atiende,
me entrega su cariño,
y en fin se sacrifica todo por mí.
Me enseña a expresar palabras verdaderas
y a expresar con sinceridad.
Me enseña a no discriminar
y a no hablar mal a alguien,
a no mirar mal y a no reprochar a nadie.
Me enseña a no mentir,
a no engañar,
a no robar,
y a no odiar a nadie.
Me aconseja a encomendarme en manos
del señor para que no tropezara por el camino.
Y además no quebrantar las leyes
del universo ni mencionar en vano a los guardianes
de las montañas.
Me enseña a creer y respetar nuestra sagrada tierra.
Me enseña a creer en la existencia del mundo más allá.
Me enseña a creer a los espíritus de mis antepasados.
Ahora siento que puedo sentir los espíritus de mis antepasados, viviendo y respirando a través de ellos.

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